Las sombras de la ciudad. Barcelona, 1938 by Ángeles Gil

Las sombras de la ciudad. Barcelona, 1938 by Ángeles Gil

autor:Ángeles Gil [Ángeles Gil Álvarez]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788466676052
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-05-22T00:00:00+00:00


19

Barcelona, finales de noviembre de 1937

Cuatro meses antes de la desaparición de Julián Márquez

Tras su conversación con Marlene, de estar más tranquila después de los sobresaltos de la noche en La Criolla y de tocar el piano casi una hora, Mika decidió que debía volver a la pensión.

El trayecto hasta allí se le estaba haciendo eterno, aunque solo estaba a unas pocas callejas. Se adentró en cada una de las bocacalles con miedo, envuelta en la penumbra de una noche de luna nueva que, sin Lucy, le parecía todavía más negra. «Estoy sola, puedo desaparecer ahora mismo», se dijo, pero se dio cuenta de que necesitaba saber qué habían hecho con su amiga; no podía cambiar su esperanza de libertad por la de ella. En su reloj podía quedar un poco de arena todavía y debía hacer lo posible por salvarla. Debía llegar a la pensión cuanto antes para confirmar que estaba allí. A salvo. Que la esperaba en el comedor o en la habitación.

Durante el trayecto recordó lo sola que se había sentido en el salón de La Criolla cuando todo se había quedado en silencio y la tranquilidad que le había proporcionado Marlene mientras tocaban y le hablaba de su representante. Necesitaba ilusionarse con la idea de que ese hombre podría ser la salida para encontrar luz al final del camino. Si le encontraba trabajo en algún teatro fuera de la ciudad podría ser la solución. Pero no tenía manera de contactar con él ni tampoco con Marlene.

Golda le abrió la puerta, la observó sorprendida y le preguntó por qué llegaba sola y a esa hora tan inusual. En ese instante se dio cuenta de que allí no había nadie más que la propietaria de la pensión. Ni rastro de Lucy o de la Rusa.

Golda le confirmó que no sabía dónde estaban ni a qué hora podían volver a casa, y fue entonces cuando se asustó de verdad y no supo qué hacer ni a quién recurrir. Volvía a estar encerrada entre esas paredes y sin posibilidades de buscarla.

Las chicas llegaron a la hora de siempre, cuando la noche empezaba a dar paso al amanecer, cansadas y con ganas de sábana. La encontraron despierta, sentada en una de las sillas del comedor, todavía con el vestido de lunares puesto y con la cara descompuesta de tanto cavilar. La Rusa no apareció y, cuando les preguntó a las chicas si sabían algo de ella, solo le dijeron que esa noche las había acompañado de vuelta uno de los chicos más jóvenes de la banda y que no tenían noticias de su guardiana. Mika les explicó lo que había pasado en La Criolla, pero al cabo de un rato perdieron el interés, se fueron a sus respectivas habitaciones y ella se volvió a quedar sola reflexionando sobre qué hacer o a quién recurrir.



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